El Bloody Mary nació entre las brumas de París en los años 20, en el famoso bar del hotel Ritz o en el mítico Harry’s New York Bar —según a quién se le pregunte. Se dice que fue creado por Fernand Petiot, un joven bartender que mezcló vodka ruso con zumo de tomate para satisfacer el gusto de los expatriados americanos que buscaban algo diferente. Con los años, se enriqueció con limón, salsa Worcestershire, tabasco y especias, convirtiéndose en un cóctel de culto.
Su nombre, tan evocador como su sabor, hace referencia a la reina María I de Inglaterra, apodada “Bloody Mary” por su fama sangrienta. Hoy, este cóctel es sinónimo de brunch, remedio para las resacas y símbolo de la sofisticación con un toque provocador.

